¿Puede que hayamos dado por hecho alguna vez que una reacción ‘X’ se tratase de una reacción alérgica sin serlo realmente? Es probable que sí, sobre todo si atribuimos los síntomas, a una supuesta alergia, por ejemplo, al sol o al frío... Es cierto que estos agentes pueden causarnos reacciones como urticaria u otros cambios cutáneos, pero no por ello deben considerarse sí o sí una reacción alérgica. El motivo es que no siempre está involucrado en ella el sistema inmunitario (el origen de las alergias).
Al ser similares a las que percibimos en una reacción alérgica, “la gente relaciona las lesiones cutáneas, que normalmente suelen constar de enrojecimiento de la piel o de habones pruriginosos (que pican), precisamente con una alergia”, explicaba en Twitch a Maldita.es Sergio Quevedo, pediatra especializado en alergia y neumología pediátrica y miembro de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP). “Sin embargo, eso no siempre es así”, ese no siempre es la causa de los síntomas, añadía.
Es cierto que el contacto con el agua o con el frío, por ejemplo, pueden generar lo que se conoce como urticaria desencadenada sin tener nada que ver con una reacción alérgica: “Es una reacción que se produce por una exposición a un agente estresante”, aclara Quevedo, quien añade que, para que se dé un diagnóstico de alergia, “tiene que haber una respuesta inmunológica al agente”, ya sea ambiental, un alimento, un medicamento…
Sobre la comezón que pueden causar las bajas temperaturas, por ejemplo, esta no se trata de una reacción alérgica como tal, sino de una urticaria por frío o ‘a frígore’, “un trastorno de la piel que consiste en la aparición de picor, enrojecimiento, habones y, en ocasiones, angioedema (hinchazón) tras la exposición a bajas temperaturas”, explica en su página web la SEICAP.
¿Qué pasa con la llamada alergia al sol? Tampoco este o el sudor se comportan como un alérgeno al que nuestro sistema inmunitario reaccione. “Este nombre engloba diversas alteraciones de la piel, que tienen como factor común la reacción de la misma ante el sol, aunque confunde porque ninguna de ellas tiene en realidad un mecanismo alérgico. La alergia al sol como tal, no existe”, aclara Mar Fernández Nieto, alergóloga, en el blog Alérgiate el día. Como señala la SEICAP, la sudoración excesiva y la exposición al sol pueden dar lugar a manchas rojas, urticaria o dermatitis en la piel, pero esto no se considera una reacción alérgica.
También existe lo que se conoce como urticaria crónica inducible por el agua (urticaria acuagénica), considerada una enfermedad rara, al afectar a menos de una persona por cada 2000, como cuenta en Muy Interesante la doctora en alergología Sherezade Moñino (@sherezade_mr). Los síntomas de esta reacción, que pueden ocurrir con cualquier tipo de agua, “son los típicos de cualquier urticaria: ronchas en la piel, picor, hinchazón y enrojecimiento” y su causa exacta, a día de hoy, se desconoce.
“Este tipo de urticaria es tremendamente incómoda para quienes lo sufren y supone un gran deterioro en su calidad de vida, ya que algunos deben reducir las veces que se duchan a la semana o incluso cambiarse de ciudad o país si viven en un clima con mucha humedad en el aire”, subraya Moñino. “Incluso aunque presenten unos síntomas leves, estas personas no pueden realizar actividades que consideramos tan normales como nadar en el mar, en la piscina o tomarse un simple baño”.
En este caso, todavía hacen falta evidencias para poder descartarla o ‘admitirla’ como una alergia. El motivo es que parece que el xolair “un compuesto que se encarga de secuestrar los anticuerpos IgE (inmunoglobulina E) de la sangre y que se usa en otros tipos de alergias”, resulta efectivo en algunos pacientes que la sufren. Esto “apoyaría la hipótesis de que se trata de una alergia clásica”, señala la experta. Aun así, concluye, “seguimos con la duda de qué le lleva al organismo a detectar como peligroso una de los elementos fundamentales de la vida”.