¿Cómo afectan las sequías a los cultivos de España?

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En España coexisten, en abril de 2023, una escasez de agua generalizada y una situación de sequía prolongada. La falta de este recurso, el agua, afecta a los cultivos de la península ibérica. ¿Cómo, exactamente? Una sequía afectará según las necesidades de agua y suelo que tenga cada cultivo y el momento en el que se encuentre (siembra, crecimiento o cosecha).

De manera rápida, podemos responder que ante una sequía, la producción agrícola baja: se cosecha menos, la cosecha es de menor calidad, los frutos son de menor tamaño, se pierde cosecha ya sembrada porque se seca o bien se decide no sembrar para futuras campañas por el estado del suelo. Además, este impacto no se queda en la agricultura, ya que también afecta a la ganadería y a los consumidores.

Pero, para explicar detenidamente cómo afecta, dividimos los cultivos en dos clases: los de secano, que únicamente obtienen el agua mediante la lluvia, como los cereales; y los de regadío, que suministran agua con métodos de riego y dependen de las limitaciones de cada cuenca hidrográfica, como los frutales de huerta.

Captura de pantalla del indicador combinado de sequía del Observatorio Europeo de la Sequía, para marzo de 2023 en la península Ibérica. En naranja y rojo, los niveles de alerta media y máxima según este indicador, respectivamente.

Cultivos de secano como trigo, olivo o vid: menos producción sí o sí

La falta de agua y la situación de sequía afecta “drásticamente a los suelos y cultivos de secano”, resume Miguel Gallego, ingeniero agrónomo con experiencia en Política Agraria Común y maldito que nos ha prestado sus superpoderes. Estos cultivos están condicionados totalmente a la lluvia y a la humedad que retenga el suelo y, en condiciones de falta de lluvia necesaria para su crecimiento, bajará la producción.

Por ejemplo, el trigo, el girasol, la vid de secano o los cultivos leñosos de secano como los olivos y los almendros “bajarán su producción drásticamente” si no han recibido suficiente agua, precisa Gallego. Es diferente lo que le ocurre a cada cultivo.

José Damián Ruiz-Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga, expone algunos ejemplos de qué ocurre cuando a los suelos les falta agua para satisfacer las necesidades de un cultivo (lo que se entiende como sequía edáfica): “El olivo producirá aceitunas más pequeñas, las vides tendrán menos racimos y uvas de menor calibre e incluso los cereales podrán no germinar”. La germinación es el proceso por el que crecen y pueden vivir por sí solos y para ello necesitan agua, explica Ruiz-Sinoga, por lo que si no germinan, no se producirá cereal.

Voy a ser directo: en gran parte de España este año no se va a cosechar ni un grano de cereal.

Trato de explicar brevemente porqué y a donde vamos.

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— Daniel Trenado (@ImSeudo) April 14, 2023

En el documento Impactos del cambio climático en la agricultura española, editado en 2022 por la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), se detallan posibles escenarios para el olivar, el viñedo y los cereales, tres cultivos que suman más del 50% de la superficie de cultivo de España y con grandes extensiones de secano. Ante una disminución de la precipitación, los principales efectos son un aumento del estrés hídrico (situación que se da cuando hay menos agua de la que hace falta), un menor rendimiento y un mayor riesgo de incendios (con las pérdidas de cosecha que ello conlleva).

La falta de agua en estos cultivos de secano también afecta a la ganadería. Carlos Chevalier, técnico agropecuario, periodista y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, explica que la falta de agua (y los incendios forestales) que afectan a cultivos de secano también impactan en los prados y las plantas forrajeras. Estas plantas, habituales en en zonas donde se cultiva secano húmedo como la cornisa Cantábrica, macizo Galaico y Pirineos, son la “base principal del pastoreo”. Es decir, son alimento para el ganado.. En áreas de secano seco (meseta Norte de la península, parte de la meseta Sur, comarcas del Este y Sur de la Península y Baleares), también se ven afectadas las forrajeras y el grano con el que se hacen los piensos para la ganadería, que se encarece.

Cultivos de regadío: dependen del agua de cada cuenca y de las decisiones de quienes la administran

Los cultivos de regadío no dependen, de manera directa, del agua de las precipitaciones, al ser un cultivo cuya aportación de agua se hace mediante sistemas de riego. Estos sistemas de riego dependen del agua disponible en los embalses, acuíferos y ríos y de las decisiones de quienes la administran (los organismos de cuenca, que son los Gobiernos autonómicos o las confederaciones hidrográficas, según el caso).

Obviamente, esta disponibilidad de agua para cultivos de regadío está sujeta a las precipitaciones, a la situación climática y a la demanda de agua. La superficie de cultivos de regadío consume en torno al 80% de los recursos de agua disponibles.

Así, las situaciones de sequías impactarán en las limitaciones que cada organismo de cuenca impondrá al regadío para garantizar el suministro a toda la población, tanto abastecimiento para consumo humano como para lograr energía hidroeléctrica. Por ejemplo, a inicios de 2023 Cataluña tiene una situación de “excepcionalidad por riesgo de desabastecimiento” e implica limitar en un 40% el agua para el uso agrícola.

Los cultivos de regadío que no reciben suficiente agua sufren de estrés hídrico, lo que provoca una reducción del rendimiento —menos frutas por árbol o de menor tamaño, por ejemplo— o una peor calidad del cultivo.

Una de las maneras de ver esto es mediante el impacto económico: el valor de la producción (lo que vale lo que se cultiva) y el margen neto (restándole a este valor los gastos de personal, maquinaria, los costes indirectos y la depreciación). Esto es lo que precisamente hace un trabajo científico que estima el impacto económico del episodio de sequía en la cuenca hidrográfica del Segura de 2015 a 2019. Sus conclusiones: hubo una pérdida del valor de la producción de 242 millones de euros y una reducción del margen neto de 125 millones de euros.

El impacto económico de esta pérdida no se queda en el cultivo, también tiene su dimensión social, ya que en situaciones de menor rendimiento del cultivo, el precio de venta del se encarece porque existe menos cantidad de producto para la misma cantidad de la población. Este trabajo científico analiza el impacto socioeconómico del episodio de sequía de 2005-2008 en la agricultura andaluza y destaca que “el bienestar social de Andalucía se vio afectado por la sequía”.

Por último, merece también una mención aparte el cultivo del arroz, un cereal que, explica Chevalier, exige muchísima agua para su crecimiento porque requiere un cultivo por inundación, aunque no es un regadío propiamente dicho. 

Cuando las aguas donde se cultiva arroz en España (Andalucía, Extremadura, Cataluña, Comunidad Valenciana y Aragón, según Ministerio de Agricultura) no reciben suficiente aporte de lluvias, serán más saladas “porque tendrán una mayor entrada de agua del mar”, apunta Gallego. Esto hace que baje el rendimiento de esta cosecha: tendrá más dificultad para absorber agua y nutrientes, se retrasa su madurez y su floración.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes los malditos Miguel Gallego y Carlos Chevalier.

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