Cerca del 93% de los jóvenes españoles entre 16 y los 24 años utiliza algún tipo de red social, según datos de 2022 de Statista. Y no es que todos pasemos poco tiempo al día con el móvil en la mano: el estudio Digital Consumer by Generation recoge que la media es de tres horas y 40 minutos. Concretamente, la Generación Z (nacidos entre 1998 y 2004, según sus datos) son quienes más lo utilizan y la mitad del tiempo lo emplean en redes sociales: más de dos horas al día.
La manera en que estas plataformas presentan el contenido (stories en Instagram que se suceden sin que tengamos que hacer nada, vídeos que se deslizan con solo un movimiento de dedo en TikTok o la reproducción automática en YouTube) hace que sigamos consumiéndolo. No se debe hablar de adicción a redes sociales a la ligera, pero sí que se pueden producir consumos abusivos y dependencia psicológica.
Además, ese contenido no está ahí por casualidad. Aunque no está muy claro cómo funcionan los algoritmos de recomendación de las redes sociales y no son transparentes (las llamadas cajas negras), sí sabemos que se nutren del contenido que consumimos y buscamos, y que personalizan lo que nos ofrece la página de inicio en base a eso. Eso significa que puede que veamos un cierto tipo de contenido una y otra vez, y si ese contenido nos está afectando psicológicamente… el impacto se multiplica e influye en nuestra salud mental.
En redes sociales hay contenidos que hacen apología de los trastornos de la conducta alimentaria, autolesiones y suicidio, lo que puede fomentarlos
En redes sociales como TikTok o Instagram hay vídeos relacionados con trastornos de conducta alimentaria (TCA) y la pérdida de peso peligrosa y contenidos que romantizan las autolesiones y conductas suicidas (aunque las plataformas técnicamente los prohíben). Si uno acaba viendo un vídeo o imagen de este tipo, los algoritmos de recomendación harán que la plataforma ofrezca este contenido “sin parar”, y una persona puede “acabar viendo vídeos y vídeos una y otra vez”, como nos explicó Beatriz Martínez, psiquiatra infantil del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús y divulgadora.
El peligro de que estos contenidos pasen a formar parte del día a día de una persona es que se acaban tomando como algo normal, y pueden reforzar los síntomas de una depresión o un TCA, especialmente en adolescentes: "Uno lo ve ahí, con el punto frívolo de que sean por ejemplo a través de un baile viral de TikTok, y se normalizan. También permite conectar, que es algo que pasa sobre todo en la parte evolutiva del adolescente: la necesidad de pertenencia a un grupo", indicó Martínez.
En el caso concreto de los TCA, la relación entre redes sociales y estos trastornos es algo ampliamente documentado en el ámbito científico. Como ya detallamos en este análisis, hay investigaciones que concluyen que hay una fuerte relación entre el uso de las redes sociales y las preocupaciones alimentarias en adultos jóvenes de 19 a 32 años y también que, a mayor número de cuentas en redes sociales, hay mayores puntuaciones en conductas de TCA. “Nos damos cuenta de que los adolescentes que atendemos por sospechas de TCA han usado ampliamente estas redes; de hecho, lo incluimos en la historia clínica”, constató a Maldita.es Montserrat Graell, presidenta del consejo directivo del Capítulo Hispanolatinoamericano de la AED (Academy for Eating Disorders) y Jefa del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús.
Las redes sociales promueven una lógica exhibicionista y una cultura de la comparación ante vidas ‘perfectas’ que puede generar malestar y depresión
Sin necesidad de que nos encontremos con los contenidos relacionados específicamente con TCA, en general las redes sociales promueven que estemos muy pendientes de nuestra imagen y nuestro cuerpo. Como concluimos en el estudio que llevamos a cabo en Maldita Tecnología sobre la percepción de la población española sobre la privacidad, las redes sociales fomentan una lógica exhibicionista y una cultura de la comparación que afecta especialmente a los jóvenes y genera obsesión con el físico.
En concreto, puede suceder con la figura del influencer o creadores de contenido, a los que siguen el 80% de los nacidos de 2010 en adelante que tienen cuentas en Instagram, TikTok o Youtube, según Kolsquare. En muchos casos, estos perfiles muestran cuerpos y cánones de belleza normativos y vidas ideales, algo que acaba calando y repercutiendo en nuestra autoestima y autopercepción de forma negativa. “Muchos jóvenes se quedan atrapados en cánones inalcanzables que terminan volviéndose una gran carga de malestar, depresión, presión social y sufrimiento”, como nos explicó Gabriela Paoli, psicóloga experta en el entorno digital. Esto puede derivar en un vacío existencial que les lleve a profundas depresiones o estados de ansiedad.
Las plataformas no son ajenas a ello. En 2021 se hizo público un documento confidencial de Instagram en el que se admitía que esta red social daña la autoestima corporal de una de cada tres adolescentes: “El 32% de las chicas adolescentes dijeron que, cuando se sentían mal con sus cuerpos, Instagram las hacía sentir peor”, señalaba el informe.
La adolescencia es una edad muy vulnerable para estar expuesto a las redes sociales, aunque nos pueden afectar a todos
Los jóvenes buscan su identidad entre los 16 y los 24 años, dice Paoli: nos cuestionamos quiénes somos y cómo nos ven los demás. Por eso, la adolescencia es una edad frágil para estar expuesto en las redes. “Hay algo identitario que puede verse impulsado por las redes sociales: quiero que la gente me vea”, explicó a Maldita.es Aurora Gómez, psicóloga clínica especializada en comportamientos digitales. Es algo que además puede favorecer una obsesión por nuestro cuerpo o un TCA. Como un adolescente tiene poco control sobre su vida (es menor de edad y está bajo la tutela de sus padres o tutores), “al menos tienen control sobre su cuerpo”, añade la psicóloga.
Además, hay una presión de grupo por estar en las redes sociales y sentir una sensación de pertenencia, como adelantaba antes Beatriz Martínez. En el estudio de Maldita Tecnología, los jóvenes reconocieron que sentían cierto enganche a las redes sociales por el hecho de que son plataformas en las que hay que estar si se quiere tener cierto estatus social, especialmente al hablar de Instagram. También nos contaron que subir contenido y que otras personas reaccionen a él de manera positiva les hace sentirse valorados.
Sin embargo, el efecto psicológico de estar expuestos a vidas perfectas y los mecanismos de engagement (interacción de los usuarios sumada al tiempo que pasan dentro de ellas) de las redes sociales para que invirtamos más tiempo utilizándolas es algo que afecta a usuarios de cualquier edad.
Controlar el tiempo que pasamos conectados y fomentar el espíritu crítico es vital para reducir el efecto en nuestra salud mental
Como es difícil escapar de la buena sensación que genera ser reconocidos y aprobados a través de likes e interacciones, te dejamos algunos consejos para configurar el móvil para limitar el tiempo que pasamos usando aplicaciones y redes sociales.
Claro, si el que tiene en las manos el móvil es un menor de edad, puede ser más difícil autoimponerse unas limitaciones. Para ello, existen las aplicaciones de control parental y también recordamos que hay una edad mínima para que un menor pueda abrirse un perfil en redes sociales (aunque no todas las plataformas lo controlan de manera fiable).
En cualquier caso, insistimos en la importancia de prevenir, enseñar a tener una mirada crítica frente a lo que encontramos en redes sociales y transmitir a los jóvenes la importancia de hacer un consumo responsable y no abusivo. Es lo que nos recuerda siempre Laura Cuesta, profesora de cibercomunicación y nuevos medios en la Universidad Camilo José Cela y responsable de Contenidos Digitales del Servicio de Prevención y Tratamiento de Adicciones en adolescentes y jóvenes del Ayuntamiento de Madrid: la mejor forma de prevenir es "fomentar la autoestima y el espíritu crítico".