La Barrera Norte de Santa Pola
Santa Pola tiene dentro de su termino municipal un tesoro natural y geológico desgraciadamente olvidado excepto para facilitar la caza por parte de una minoría irrisoria de cazadores. Cualquier geólogo, naturalista, conservacionista o amante de la naturaleza lo sabe a ciencia cierta.
Un espacio natural, único en nuestro litoral, todavía residual y resistente a la presión urbanística de los depredadores inmobiliarios y a la espera de ser declarado Paraje Natural Municipal. Debería ser un espacio de esparcimiento, de uso deportivo, de estudio científico y por supuesto de comunicativo entre las dos grandes zonas habitadas de Santa Pola: su núcleo urbano y Gran Alacant.
La realidad es que el acceso desde la zona urbana a este paraíso natural esta cercenado por la ronda Norte ya desde su construcción.
Desde su inicio en el enlace con la carretera nacional 332 hasta el edificio del IES El Aljub hay una distancia de 2.200 metros, y en todo ese espacio tan solo hay un paso de cebra descolorido (en la primera rotonda) para poder acceder a nuestra sierra.
En el resto de carretera los viandantes y paseantes sean mayores, menores o con dificultades de movilidad se tienen que jugar su vida para poder cruzar nuestra maravillosa Ronda Norte. Ni un solo acceso señalizado, ni un paso de peatones, ni un obstáculo que haga disminuir la velocidad.
Tenemos una localidad en la que cualquier atisbo de movilidad sostenible está fuera de nuestra agenda municipal. Cualquier ciudad o pueblo en Europa o incluso en España camina hacia un sentido de modernidad, accesibilidad y comodidad.
Nuestro municipio en la contraria: el coche por encima de todo.
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