El papel de la mujer en la pintura: musas recordadas, artistas olvidadas

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Graffiti de Frida Kahlo / BRETT SAYLES WEB PEXELS

Algunas de las grandes obras de la Historia del Arte, sobre todo en la pintura, están indudablemente protagonizadas por mujeres. Los cuerpos y rostros de infinidad de musas, como la Mona Lisa, las señoritas de Avignon o la maja desnuda ocupan importantes lugares en los más reconocidos museos. Sin embargo, son pocas las mujeres que firman los cuadros que en ellos se exhiben.

Si bien la mujer ha sido a lo largo de la historia una fuente de inspiración inconfundible para la mayoría de artistas, su papel como pintora ha quedado relegado al olvido. Son muchas las mujeres que, habiendo realizado importantes contribuciones en la pintura y habiendo alcanzado un gran reconocimiento público en su época, han sido posteriormente borradas de los libros de historia.

¿Por qué no se conocen tanto las grandes mujeres de la pintura?

La historiadora estadounidense Linda Nochlin publicó en 1971 en la revista Art News el que pasaría a ser considerado como el texto fundacional de la crítica artística feminista, que llevaba por título ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?. Respondiendo a su propia pregunta, Nochlin apuntó a diversos factores institucionales y sociales como los obstáculos que han impedido a las mujeres desarrollar su talento libremente. Ejemplo de ello fue la prohibición, hasta finales del siglo XIX, de que las mujeres accedieran a cualquier tipo de modelo desnudo, un estadio fundamental en la formación artística, lo que las excluía de la pintura histórica y mitológica y las abocaba a géneros denominados ‘menores’ como el retrato, el paisaje o la naturaleza muerta. 

Además, con este artículo, Nochlin también abrió una nueva línea de investigación en la Historia del Arte que buscaba demostrar que sí habían existido importantes mujeres artistas en contra de lo que sostenía la Historia del Arte tradicional, pero que su presencia se había visto silenciada tanto en la literatura histórico-artística como en los museos y exposiciones. 

A lo largo de los años 70, “empezaron a florecer toda una serie de estudios destinados a rescatar del olvido y a sacar a la luz la obra de las mujeres artistas del pasado”, como indica la historiadora del arte Patricia Mayayo.

De la “primera pintora” reconocida a las aristócratas de la Ilustración

El llamado Beato del Apocalipsis de Gerona, que data del siglo X, fue firmado por el monje Emetrio y por una mujer llamada Ende -quien se identifica a sí misma como “Ende pintrix et Dei aiutrix” (Ende, pintora y sierva de Dios). En la Edad Media, tanto frailes como monjas se dedicaban a copiar e iluminar manuscritos. No obstante, la mayoría de los ciclos de miniaturas que fueron elaborados por manos femeninas permanecen en el anonimato. 

Al tiempo que la figura del artista experimentó una transformación radical -pasando de ser considerado un mero artesano a un creador de artes liberales-, la educación de las mujeres, al menos entre las clases privilegiadas, comenzó a exigir habilidades para la pintura y el dibujo, además de la música y la poesía, como explica la historiadora del arte Patricia Mayayo en su ensayo Historia de mujeres, historias del arte.

Si bien podemos encontrar a nobles como la pintora Caterina dei Vigri o la escultora Properzia de’ Rossi entre las mujeres artistas del Renacimiento, quizás sea Sofonisba Anguissola el nombre más conocido. Al carecer de la formación técnica que proporcionaban los talleres, tuvo que centrarse principalmente en el género del retrato. Alabada por Miguel Ángel, Anguissola se constituyó como una de las artistas más valoradas de su época. Sin embargo, su posición social le impedía vender su obra.

La mayor parte de las mujeres artistas en los siglos XVI y XVII provenían de familias de pintores, lo que les permitía acceder a formación y medios técnicos. Uno de los primeros y escasos nombres de pintoras a los que la Historia del Arte prestó atención fue el de Artemisia Gentileschi, quien contribuyó a difundir el naturalismo caravaggiesco en las principales ciudades italianas. Su calidad se asociaba, en ocasiones, a haberse formado con su padre, Orazio Gentileschi. Más que su capacidad como artista, se suele destacar de ella el haberse sobrepuesto a la violación de Agostino Tassi, lo cual influyó en su obra.

De la fundación de las Academias a las impresionistas del siglo XIX

La fundación de las academias oficiales de arte hacia finales del siglo XVII y principios del XVIII supuso el culmen de la consolidación de la posición social e intelectual del artista. Aunque estas instituciones aceptaban a algunas mujeres, como a la retratista Élisabeth Vigée-Lebrun, estas no gozaban de los mismos privilegios que sus compañeros varones. 

Durante la Revolución Francesa, la Société Populaire et Républicaine des Arts, fundada en 1793, decidió cerrar sus puertas a las mujeres con el argumento de que estas eran “diferentes de los hombres en todos los aspectos”, pero el número de mujeres que exponían públicamente en los Salones aumentó a finales del siglo XVIII y principios del XIX siendo Constance Marie Charpentier una de ellas. La alabanza unánime de su cuadro Portrait de Mademoiselle Charlotte du Val d’Ognes cuando se creyó atribuido a Jacques-Louis David y el posterior cambio de opinión de la crítica cuando se descubrió la verdadera autoría demuestran los sesgos por prejuicios de género que imperaban en la época.

Angelica Kauffmann fue una de las primeras mujeres en negarse a realizar solo retratos y naturalezas muertas, dando el salto a la pintura de historia, en la que destacó por su personal estilo y dominio de la técnica, como señala el Museo del Prado.

A lo largo del siglo XIX, otras mujeres artistas comenzaron a adentrarse en géneros pictóricos que hasta entonces eran considerados como masculinos. Ejemplo de ello fueron Elizabeth Thompson, conocida por sus cuadros de batallas, o Rosa Bonheur, reconocida por sus lienzos, dibujos y esculturas de animales. Bonheur consiguió un permiso de travestismo para poder visitar las ferias de ganado y buscar así modelos para sus obras, que alcanzaron altos precios de venta, y se convirtió en “una de las mujeres pintoras más exitosas y expertas de todos los tiempos”, según indica Nochlin en su artículo en Art News

Durante el siglo XIX, las mujeres fueron sistemáticamente excluidas de las escuelas públicas y  organizaciones profesionales, lo que les llevó a recurrir a las llamadas académies payantes (academias de pago) -con asesoramiento de un maestro reconocido, espacio y modelos para practicar el dibujo del desnudo por un elevado precio- y a formar sus propias asociaciones como la Society of Female Artists, en Londres, o L’Union des Femmes Peintres et Sculpteurs, en París

Si bien se solían aducir razones prácticas como el elevado número de alumnos para no permitir la entrada de mujeres en la más prestigiosa de las instituciones públicas francesas, L’École des Beaux-Arts, los argumentos empleados eran, sobre todo, de orden moral: las mujeres corrían el riesgo de corromperse o masculinizarse y la concentración de los estudiantes varones se vería mermada, según explican historiadoras del arte como Patricia Mayayo. No fue hasta 1897, después de casi diez años de lucha, cuando las mujeres fueron finalmente admitidas en las aulas de esta institución.

Berthe Morisot, Mary Cassatt y Marie Bracquemond destacan como los nombres propios más reconocibles de este siglo, las tres artistas impresionistas, al igual que el de la escultora Camille Claudel, musa y aprendiz de Auguste Rodin.

Tan solo al llegar a las vanguardias del siglo XX empiezan a aparecer algunos nombres de mujeres en los manuales de pintura, según Patricia Mayayo 

Aunque en las vanguardias del siglo XX hay nombres conocidos como los de Frida Kahlo, Georgia O’Keeffe, Tamara de Lempicka o Sonia Delaunay, son muchas las artistas que han quedado olvidadas, como Sophie Taeuber-Arp, Leonora Carrington, Lee Krasner -un gran referente del expresionismo abstracto que ha permanecido a la sombra de Pollock, su marido- o Florine Stettheimer -la mujer que hizo el primer autorretrato desnuda de la Historia del Arte-.

Una de las grandes surrealistas, la española Maruja Mallo, también ha sido desterrada de los libros de Historia del Arte. Parte de la Generación del 27 y comprometida políticamente con la difusión del arte, son más conocidas sus provocaciones anticlericales y su rebelión contra el uso del sombrero que su propia obra.

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