¿Las bicicletas erosionan el suelo del campo más que la práctica de otros deportes? Algunos estudios científicos al respecto y sus problemas metodológicos

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Nos habéis preguntado por un debate recurrente entre los amantes del ocio alpino que es objeto de estudio en el ámbito académico y que a veces se traslada a los medios de comunicación: si las bicicletas erosionan más los senderos que otros deportes de montaña. La literatura científica al respecto no es abundante, pero sí hay algunos estudios comparativos entre la mountain bike (bicicleta de montaña), el senderismo y montar a caballo. Mientras que esta última parece la actividad con mayor impacto en los caminos de las tres, la mayoría de los pocos estudios disponibles sobre bicicletas de montaña y senderismo tienen problemas metodológicos. Vamos allá.

Como decimos, hay pocos estudios comparativos, como pone de manifiesto un análisis publicado en 2010 que revisó la literatura científica disponible desde los años 1980 sobre los daños ambientales de practicar mountain bike, hacer senderismo y montar a caballo en áreas protegidas de Australia y Estados Unidos. El estudio indica que incluso una escasa actividad hípica provoca “impactos más graves en los suelos, la vegetación y los senderos que los causados por excursionistas u otros usuarios” debido al mayor peso del caballo y su jinete, según la literatura revisada.

En cuanto a las bicicletas de montaña, la revisión científica dice que los estudios comparativos experimentales consultados “no encontraron evidencia” de que tuvieran impactos en los caminos “significativamente mayores” que los causados por excursionistas, pero que “cuestiones metodológicas pueden limitar las conclusiones que cabe extraer de algunos de los resultados”. Entre otros motivos, los experimentos no reproducen las condiciones naturales de los caminos ni de la conducción de las bicis, sin derrapes, frenazos o giros. Además, los estudios comparativos no experimentales, varios de ellos citados en algunas páginas web, también son criticados por su metodología por estos investigadores.

Tabla que compara estudios sobre los impactos ambientales de la caminata, la bicicleta de montaña y montar a caballo

En enero de 2021 se publicó un estudio experimental realizado por investigadores del Instituto Noruego para el Estudio de la Naturaleza (NINA) utilizando caminos reales y teniendo en cuenta sus distintas condiciones ambientales para aislar todos los factores posibles. En concreto, escogió cuatro caminos previamente existentes, dos en una zona más seca y dos en otra más húmeda, y contactó con distintos usuarios para conseguir que pasaran por ellos proporciones diferentes de ciclistas y senderistas.

Las líneas continuas son los senderos designados para bicicletas y las discontinuas los indicados para senderistas, aunque podían practicarse ambos deportes en ellos. 

Tras analizar la actividad y el estado de estos cuatro caminos durante todo el verano, los investigadores del instituto noruego observaron que los senderos se ensancharon especialmente en las zonas húmedas y cuando eran utilizados por más ciclistas que senderistas, como se ve en el gráfico siguiente.

La gráfica A muestra el cambio en la anchura del núcleo del sendero; la B, el cambio en la anchura total del sendero y la C, el cambio en su profundidad, en centímetros, en función de la intensidad de su uso. Se distinguen las zonas más húmedas (líneas azules) de las continentales (rojas). Las barras verticales indican el margen de error.

Con todo, este experimento de 2021 indica que “el uso de los senderos por parte de excursionistas y ciclistas de montaña tiene efectos globales relativamente limitados en términos de ensanchamiento y profundización de los senderos” y que “depende altamente” de las condiciones meteorológicas. Por cierto, aparte de los senderos, se han estudiado otros efectos de las actividades de montaña, entre los que están la introducción de especies vegetales exóticas en zonas protegidas por las semillas que transporta la ropa de los excursionistas o la compactación del suelo.

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