Las olas de calor duran un 4% más cada década y son peores en el oeste peninsular

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operativos incendios forestales en las peores olas de calor

Si 2022 fue un año excepcional en cuanto a temperatura, pero no deja de ser el reflejo de una tendencia que va a más, según los datos de AEMET. En los últimos tres años, se han registrado 69 días de ola de calor veraniego. De esta forma, la década de los veinte ya se puede considerar la segunda peor por olas de calor en España –aunque apenas esté arrancando–. Ahora, un estudio demuestra cómo hemos llegado hasta aquí y en qué regiones la afectación es mayor.

Los investigadores de la Alejandro Díaz-Poso, Dominic Royé (USC) y Nieves Lorenzo (UVigo) decidieron bucear en los datos de los últimos 70 años para ver qué está pasando con los días de calor extremo en la península ibérica y Baleares. En concreto, vieron que entre 1950 y 2020 (quedó fuera el desmesurado 2022) “se dan eventos cada vez más intensos y extremos, aumentan en magnitud”, en palabras de Royé.

¿En qué se sustancia esto? Las olas de calor son peores por dos razones: mayor duración y mayor intensidad e impacto. Las intensidades más altas se observan en el oeste peninsular y zonas montañosas. Esto se vincula, además, con zonas potencialmente boscosas, con el consiguiente riesgo de incendio.

En la zona mediterránea no se han vuelto tan intensas, pero sí más duraderas. En concreto, el calor se prolonga en la zona sureste de forma más pronunciada. Y esto va a más. La investigación, publicada en Environmental Research, muestra que la extensión promedio de las peores olas de calor ha aumentado un 4% por década desde 1950.

De forma paralela, abarcan cada vez más terreno. La extensión máxima crece un 4,1 % por década, “lo que sugiere una mayor exposición humana, mayor demanda de energía e implicaciones para el riesgo de incendio” explican los investigadores.

En el Mediterráneo, más largas pero menos intensas que en la montaña

Este es el primer estudio que utiliza un índice llamado EHF (Factor de Exceso de Calor, con sus siglas en inglés). “Los eventos de olas de calor se pueden caracterizar por cuatro dimensiones: frecuencia, duración, intensidad y extensión espacial, que se abordan en este estudio, con especial énfasis en la dimensión de intensidad y su extensión espacial”.

El índice EHF tiene en cuenta cómo nos afecta a los humanos una ola de calor, nuestra capacidad para aclimatarnos. Por lo tanto, puede predecir el impacto en la salud de las altas temperaturas extremas. Royé ha participado en otros estudios que ligan los extremos térmicos y cambios en el patrón de mortalidad de ciudades y regiones de Europa.

Las zonas de mayor intensidad no coinciden con zonas donde los eventos de olas de calor tienen una mayor duración. Las olas de calor en la zona montañosa y oeste peninsular se caracterizan por una EHF superior. Sin embargo, tienen menor duración que las de la zona sureste peninsular y, en general, en la costa mediterránea . 

“La razón principal de este patrón espacial radica en el rápido transporte de masas de aire blando desde el océano Atlántico hacia el oeste de la península ibérica”, explican los investigadores. Por otro lado, a la hora de considerar el impacto en la salud, es importante ver hasta qué punto una población ya está acostumbrada a este fenómeno o no.

Olas de calor peores donde no están aclimatados

Esto se ha visto muy especialmente en 2022 en ciudades del norte de España que apenas habían tenido nunca noches tropicales o noches tórridas, recuerda Royé en conversación con Newtral.es. De igual modo ha sucedido en países del norte europeo. Inglaterra y Gales registraron este año unas 3.000 muertes más que la media hasta el 31 de agosto por las peores olas de calor de su historia, según datos de su agencia sanitaria UKSA.

Esto también está ocurriendo en otros lugares del hemisferio norte. En 2022, por ejemplo, China experimentó 16,4 días con una temperatura media superior a los 35 grados, cifra que supone un máximo desde que tienen registros sistemáticos, con sus peores olas de calor.

Los resultados demuestran la capacidad del índice EHF para detectar condiciones de olas de calor con mayor antelación que otros índices, así como su eficacia para evaluar su intensidad, duración, frecuencia o extensión, lo que lo convierte en un “índice útil para contribuir a la toma de decisiones para minimizar sus efectos en el sistema sanitario o en sectores vulnerables como el energético o el agrícola”, concluyen.

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