Por qué hay varias olas en el feminismo y en cuál estamos ahora, según las expertas

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Cuántas olas hay en el feminismo

En el seno del feminismo, la metáfora de las ‘olas’ permite clasificar las diferentes etapas que se han ido desarrollando a lo largo de la historia del movimiento. No fue hasta 1968 cuando se empezó a hacer uso de este término en el feminismo, después de que Martha Weinman Lear lo utilizara en un artículo publicado en el New York Times. Desde entonces, el movimiento feminista comenzó a clasificarse en una serie de ‘olas’, llegando hoy en día a encontrarnos, según una gran parte de la academia, en la cuarta

Los movimientos sociales no son estáticos e inmutables. Por eso, los teóricos se sirven del concepto de ‘ola’ -también conocido como ‘ciclo de acción colectiva’- para poder explicar y clasificar todos los cambios que estos movimientos experimentan con el tiempo. Esta mutabilidad se hace patente en el feminismo en la evolución que han ido sufriendo sus reivindicaciones y demandas, así como las formas y la intensidad de la movilización para conseguir sus diferentes objetivos. 

Primera ola del feminismo: lucha contra la opresión y derecho a voto

La considerada como primera ola del feminismo se desarrolló durante los siglos XIII, XIX y principios del XX. Surgió como protesta contra la negación de derechos civiles y jurídicos para las mujeres y supuso la primera acción colectiva organizada en defensa de sus derechos.

Esta ola del feminismo se caracterizó principalmente por el auge del movimiento sufragista, que buscaba conseguir el derecho a voto para las mujeres, así como por la defensa del reconocimiento de su derecho de ciudadanía. Además, las mujeres demandaban derechos civiles dentro del matrimonio sobre sus propios hijos y derechos laborales que mejorasen sus condiciones de trabajo. 

El filósofo francés François Poulain de la Barre se constituyó como una de las primeras voces en alzarse por la lucha de la igualdad entre hombres y mujeres, con obras como De la igualdad de  los sexos (1673). 

Durante la Revolución Francesa, las mujeres se manifestaron en contra de su posición de subordinación histórica a través de los Cuadernos de Queja (1789), creados para hacer llegar sus reivindicaciones a los Estados Generales tras haber sido excluidas de la Asamblea General. 

Una de las principales voces de esta primera ola fue la de la escritora feminista francesa Olympe de Gouges, quien escribió la Declaración  de  los  Derechos  de  la  Mujer  y  la  Ciudadana (1791) como reacción a la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789, que hablaba de igualdad universal pero dejando sin derechos civiles y políticos a las mujeres. Un año después, la filósofa inglesa Mary Wollstonecraft escribió la Vindicación de los derechos de la mujer (1792), considerada como la obra fundacional del feminismo. 

En 1848, de la primera Convención sobre los Derechos de la Mujer nació la Declaración de Sentimientos de Seneca Falls, que buscaba soluciones para mejorar la situación de opresión y dependencia en que vivían las mujeres en esta época. Cabe destacar que este documento es considerado como el origen fundacional del movimiento desde la perspectiva de los estudios feministas anglosajones, que establecen el inicio de la primera ola del feminismo con el surgimiento del movimiento sufragista, desarrollado a mediados del siglo XIX en Estados Unidos y Reino Unido. No obstante, desde la perspectiva de los estudios europeos, este mismo período correspondería a la segunda ola del feminismo. 

Segunda ola del feminismo: radicalización, derechos sexuales y reproductivos

Tras haber conseguido el voto femenino en casi todos los países occidentales, el “Nuevo Feminismo” surgió a finales de los años 60 del siglo XX en Europa -ligado a los movimientos contraculturales- y Estados Unidos -ligado a los movimientos por los derechos civiles-. Surgió una amplia serie de manifestaciones teóricas y prácticas que permiten identificar las principales corrientes de esta época con el feminismo liberal, el feminismo radical y el feminismo socialista, que identificaban diferentes causas de la opresión de las mujeres y perseguían distintos objetivos. 

Voces como las de Gloria Steinem, Angela Davis o Dolores Huerta fueron representativas del movimiento. Sin desprestigiar todos los avances conseguidos por las feministas de la primera ola, el “Nuevo Feminismo”, bajo el eslogan “lo personal es político”, consideraba que para transformar el rol de las mujeres en la sociedad era necesario ir más allá de la igualdad jurídica y política, y comenzó a identificar como centros de dominación del hombre sobre la mujer algunos ámbitos de la vida que hasta entonces eran privados, como la familia y la sexualidad.

De ahí que las principales reivindicaciones en esta segunda ola se centraran en la lucha por la igualdad plena y la reivindicación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, además de la denuncia de la invisibilidad del trabajo doméstico y de los estereotipos sexistas. En este último punto se había centrado la obra El segundo sexo (1949) de Simone de Beauvoir, en la que criticaba al “eterno femenino” que oprimía a la mujer en roles de género basados en viejos estereotipos sexistas. Esta filósofa francesa es considerada como una de las instigadoras de este Nuevo Feminismo, al igual que Betty Friedan, quien publicó Mística de la femineidad en 1963.

Otras dos obras fundamentales de esta época, como lo fueron La política sexual (1969) de Kate Millett y La dialéctica del sexo (1970) de Shulamith Firestone -enmarcadas en el Movimiento de Liberación de las Mujeres-, definieron importantes conceptos para el movimiento feminista como ‘patriarcado’ y ‘género’.

Tercera ola del feminismo: interseccionalidad

El feminismo, que había logrado colocar la cuestión de la emancipación de la mujer en la agenda pública desde mediados de los años 70, perdió su potencial movilizador en los años 80 y comenzó a desarticularse. El movimiento recibió una importante institucionalización -con la proliferación de ONGs y la participación de feministas en gobiernos y diversos organismos internacionales-, pero el reconocimiento de su heterogeneidad dio paso a una crisis y grandes discusiones en su seno. En este periodo de ausencia de movilización social y fragmentación por una notable falta de paradigmas, el feminismo comenzó a absorber elementos de nuevas propuestas de la teoría social como las postestructuralistas y postmodernas. 

En los años 90, el movimiento feminista se intensificó de nuevo, dando lugar a la tercera ola. Este término fue acuñado por primera vez por la activista política y escritora Rebecca Walker, quien declaró “no soy una posfeminista, soy la tercera ola” en Becoming the Third Wave (1992), publicado como reacción a la nominación del juez Clarence Thomas para la Corte Suprema de los Estados Unidos a pesar de las acusaciones de “acoso sexual” por parte de la abogada y activista Anita Hill. 

Si bien es cierto que el origen de esta nueva oleada de reivindicaciones se encuentra en 1992 en Estados Unidos, las mujeres latinoamericanas ya habían comenzado a coordinar un movimiento que atendiera a sus características particulares. 

El movimiento adoptó esta postura individualista durante la tercera ola. Basándose en los avances de los derechos civiles de la segunda, el feminismo puso ahora el foco en la diversidad existente entre las mujeres, atendiendo a cuestiones como la clase, la cultura, la raza, la etnia o la referencia sexual. Comenzó a hablarse entonces de ‘interseccionalidad’ para hacer referencia a cómo las mujeres no se ven afectadas por un único tipo de desigualdad, sino por una intersección entre varias de sus condiciones.

Además de la interseccionalidad, también emergieron otras corrientes y teorías feministas como el feminismo negro, el transfeminismo, el feminismo prosexo, el feminismo posmoderno y el ecofeminismo. 

¿Estamos ahora en la cuarta ola?

En los últimos años, se está teorizando acerca de la existencia o no de una cuarta ola del feminismo. Ciertas autoras identifican el inicio de esta nueva ola a principios de los años 2000 y otras, en 2008. No obstante las teorías más extendidas lo sitúan en 2017 con el movimiento #MeToo y el 8 de marzo de 2018, siendo el caso español un claro referente. 

Después de que muchos de los objetivos marcados por las olas del feminismo previas se hayan ido consiguiendo gracias al reconocimiento de derechos como el voto, la educación, la igualdad de derechos en el matrimonio, el divorcio o el derecho al aborto, esta nueva ola del feminismo asienta sus bases teóricas en la lucha contra las formas de violencia contra la mujer, como la violencia sexual y la prostitución. 

Las demandas del movimiento han pasado de tener la consideración de problemas personales a constituirse como problemas públicos y, actualmente, los temas centrales del movimiento se constituyen alrededor del acoso sexual y la cultura de la violación, además del bodyshaming y el estándar de belleza físca.

Para luchar por sus nuevos objetivos, el movimiento feminista ha pasado a hacer uso de batucadas o performances en las manifestaciones. Destaca el uso de prácticas horizontales y asamblearias mediante la creación de una red en la que los nodos creados en los diversos territorios se encuentran conectados. Asimismo, Internet y las redes sociales se han constituido como una plataforma de movilización y un claro altavoz para las reivindicaciones feministas actuales.

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