Telegram suele presentarse como la aplicación alternativa de mensajería instantánea a WhatsApp. Hay gente que no ha oído hablar de Telegram jamás y que ahora le pica el gusanillo o que apenas ha logrado cogerle el tranquillo a WhatsAppp y no se va a mover de ahí. Veamos algunas diferencias entre los dos servicios para que cada cual pueda utilizarlos estando informado sobre su uso.
Antes que nada, ¿de dónde sale cada aplicación? ¿Quién las maneja?
WhatsApp es una aplicación de mensajería que nació en 2009 como una “alternativa” a mandar SMS y poder enviar mensajes de forma gratuita. La fundaron Jan Koum y Brian Acton, quienes previamente trabajaron durante dos décadas en Yahoo y, desde 2014, es propiedad de la compañía Facebook, que dirige Mark Zuckerberg, y que desde octubre de 2021 se llama Meta (y engloba a WhatsApp, Facebook e Instagram)***. Ha ido creciendo hasta llegar a los más de 2.000 millones de usuarios en todo el mundo.
Telegram, por su parte, es una aplicación de código abierto fundada por dos hermanos rusos, Nikolai y Pavel Durov. Se puso en funcionamiento en 2013 y los últimos datos oficiales a 2023 que hay sobre la cantidad de usuarios muestran que ya la usan 700 millones de personas.** El equipo de desarrollo de Telegram tiene su base en Dubai, ya que la regulación de las tecnologías de la información en Rusia exigía entregar información sobre la aplicación y sus usuarios y los fundadores no aceptaron.
Está última tiene sus protocolos de funcionamiento abiertos, es decir, que se puede saber en qué código informático se basa la aplicación y cómo se ha desarrollado. En el caso de WhatsApp, esta información es lo que se llama una “caja negra”: el paquete de algoritmos y códigos que la hacen funcionar es opaco y no se sabe nada de él.
¿Los mensajes que mandamos están cifrados? O sea, ¿son ilegibles?
Que un mensaje esté cifrado significa que el contenido no es legible sino que ha sido transformado a una secuencia de letras y números que lo hace inentendible. Hay diferentes mecanismos para llevar a cabo este proceso y también diferentes tipos de cifrado. El que maneja WhatsApp es el de “extremo a extremo”, que significa que el mensaje solo es legible para la persona que lo envía y la que lo recibe. En los pasos intermedios que recorre el mensaje hasta llegar a nuestro móvil u ordenador sigue siendo ilegible y solo se desbloquea y se vuelve entendible cuando llega al dispositivo de la persona a la que va dirigido.
WhatsApp tiene esta opción activada por defecto desde 2016 y el protocolo también se aplica a las llamadas que se pueden hacer a través de la aplicación. Es decir, que no hay que seleccionar ni activar nada para que esto sea así.
En el caso de Telegram, los mensajes cifrados de extremo a extremo son los que se intercambian a través de lo que llaman “chats secretos”. Se usan por separado a las conversaciones normales y tienen unas normas de seguridad más estrictas: no pueden reenviarse, tienen una opción de “autodestrucción” durante el tiempo que elijas y no están guardados en la nube, sino que se quedan solo en el dispositivo. ¿Qué significa? Que solo lo podrás leer en el dispositivo donde tienes abierto el chat secreto.
El resto de mensajes, los que van por chats normales, también están cifrados, pero no de extremo a extremo. Lo que hace Telegram para mantener la seguridad de este tipo es distribuir los datos que se almacenan en la nube en centros de datos en diferentes países, con diferentes jurisdicciones. También “reparten” las llaves de cifrado (por llamar de alguna manera a los mecanismos que se usan para hacer un mensaje legible de nuevo) y no las almacenan junto a los datos. Así, lo que logran es que hagan falta órdenes judiciales de todos los países donde se almacenan esos datos para poder entregarlos, una tarea bastante difícil de conseguir.
¿Hay alguien verificando lo que se manda por las plataformas?
A raíz de la última actualización de WhatsApp sobre las políticas de reenvío de mensajes, de la que te hablamos en Maldita Tecnología, se ha especulado con que la plataforma había decidido limitar la difusión de mensajes “críticos”, que había ocurrido ante las presiones del Gobierno para hacerlo e incluso con que verificadores externos como Maldita.es estaban “decidiendo” qué mensajes son un bulo y cuáles no en la aplicación.
Como hemos visto arriba, WhatsApp asegura que los mensajes están cifrados de extremo a extremo, por lo que la propia compañía no podría leer los mensajes que se intercambian. Esto quiere decir que nadie tiene acceso al contenido de los mensajes que se intercambian por WhatsApp, tampoco los verificadores externos de información.
El mecanismo informático de cifrado que usa WhatsApp está basado en el sistema que utiliza la aplicación de mensajería Signal, incluida en nuestro repositorio de alternativas, y viene recogido en este documento. Esto nos permite conocer el método por el cual se lleva a cabo el cifrado, pero no permite saber cómo registra WhatsApp los envíos de los mensajes. Es decir, cómo detecta cuántas veces se ha enviado y reenviado un mensaje.
En el caso de Telegram, acceder al contenido de una conversación "no secreta" es tremendamente difícil, a no ser que sea por requerimiento judicial. Hasta ahora, no se ha desvelado ningún tipo de dato, según sus fundadores. En cuanto a los mensajes que se comparten, Telegram tiene una opción para "denunciar" mensajes que podrían considerarse spam, phishing "u otras violaciones de las Condiciones de Uso"· de la plataforma. Si los moderadores consideran que ha habido incumplimento, podrían limitar temporalmente o suspender del servicio a la persona que lo envió (en Telegram los reenvíos directos se marcan con el nombre del usuario que lo escribió).
¿Qué datos recoge cada una para hacer funcionar la aplicación?
En este apartado nos ceñimos a lo que dice cada una de las aplicaciones en sus documentos de privacidad y los textos aclaratorios que los acompañan. WhatsApp tiene una política de compartido de datos más laxa que Telegram, básicamente porque al formar parte del paquete de “empresas de Facebook”, se autoriza que transmita la información que recoge a la tecnológica y el resto de sus socios. En enero de 2021, WhatsApp actualizó su política de privacidad, de la que te hablamos en este artículo.
Entre los datos que comparte están “el número de teléfono que verificaste al registrarte en WhatsApp, algunos datos de tu dispositivo (el identificador de tu dispositivo, la versión del sistema operativo y de la aplicación, datos sobre la plataforma, tu código de país y de red, e indicadores que permitan realizar un seguimiento de la aceptación de actualizaciones y las opciones de control que elijas) y algunos datos sobre el uso (cuándo se ha utilizado WhatsApp por última vez, la fecha en la que se realizó el registro de la cuenta, la frecuencia con la que se utilizan las funciones y el uso que se les da)”.
En Telegram, por ejemplo, no hace falta mostrar el número de teléfono de nuestra cuenta. Puede funcionar con un nombre de usuario que compartes, como el que usas en Twitter y que va seguido de un ‘@’, a diferencia de WhatsApp, donde el teléfono es visible en cada cuenta*. Una de sus premisas es que los datos dados no se comparten con ningún otro servicio más allá de las compañías asociadas a Telegram.
Entre las finalidades por las que recogen datos personales están principalmente temas de seguridad, mejora de experiencia o detección de spam y manipulación (los mensajes se pueden denunciar, por ejemplo, si trasmiten una campaña de phishing o de spam) . Almacena las conversaciones que mantenemos cifradas, así como el contenido multimedia que enviamos o nuestros contactos (pidiendo permiso antes). Sin embargo, no recoge información del dispositivo o del uso de la aplicación.
Telegram funciona como un servicio alojado en la nube, es decir, que todos los datos que recoge y las conversaciones que se mantienen se almacenan en servidores en centros de datos. Para los que usáis Telegram, podéis fijaros en que cuando os envían una foto y la abrís, la tenéis disponible en la conversación para compartirla o copiarla, pero para que se guarde en el dispositivo tenéis que descargarla manualmente. Es porque se guarda en los servidores que dan el servicio.
WhatsApp no usa el servicio de nube para todo el sistema, sino que usa servidores que tienen sincronizados los datos de cada usuario. Por eso no puedes utilizar WhatsApp en dos móviles a la vez, por ejemplo.
¿Cómo se sustenta cada aplicación?
WhatsApp no ofrece información sobre cómo monetiza su servicio, más allá de el uso de su la Interfaz de Programación de Aplicaciones (API, por sus siglas en inglés), que es un mecanismo por el cual otros desarrolladores pueden usar datos de WhatsApp ya existentes y su funcionamiento. Esta función la explotan sobre todo empresas a través de la opción "Business".
En el caso de Telegram, los desarrolladores aseguran que la aplicación se montó gracias a una “donación” de Pavel Durov, uno de los fundadores. En su sitio oficial se asegura que “si el dinero de Telegram se agota, añadiremos opciones no esenciales pagadas para mantener la infraestructura y financiar los salarios de los desarrolladores”. La diferencia entre el número de usuarios es relevante porque de ello también depende la infraestructura que necesitan para funcionar.
Si tienes alguna duda sobre los contenidos e informaciones que se están lanzando estos días sobre WhatsApp, puedes escribirnos a tecnologia@maldita.es o a través de Twitter y Facebook. Y si quieres conocer alternativas a aplicaciones de mensajería instantánea, puedes visitar nuestro repositorio de Alternativas digitales para tu día a día.
* Hemos corregido este párrafo para clarificar la distinción entre el uso del número de teléfono en Telegram y en WhatsApp.
** Hemos actualizado esta pieza para incluir el último dato oficial sobre el número de usuarios mundiales con los que cuenta Telegram en el momento de republicación.
*** Hemos actualizado la pieza para incluir que ahora la compañía de Facebook se llama Meta.
Primera fecha de publicación de este artículo: 19/04/2020.