Qué es la ‘femmefobia’: “Suponer que la feminidad se hace solo con el propósito de llamar la atención sexual de los hombres es cultura de la violación”

1 year ago 75

Pamela Anderson y la femmefobia

Lo personal es político y, a veces, científico. Sus propias vivencias fueron el punto de partida por el que la socióloga Rhea Ashley Hoskin, especializada en estudios de género, decidió focalizar su trabajo de investigación académica en la feminidad, especialmente en cómo la sociedad la devalúa y la juzga (femmefobia). “Me di cuenta de que la teoría feminista trataba la feminidad de una forma que no tenía en cuenta mis experiencias ni las perspectivas, en general, de las mujeres queer, ya que se teorizaba sobre la feminidad casi exclusivamente como una herramienta del patriarcado impuesta a las mujeres para el placer de los hombres. Siempre me ha gustado ser femenina y siempre he sido una lesbiana feminista. Para mí, esto suponía una gran desconexión y dejaba al descubierto una laguna en la teoría feminista y de género”, explica a Newtral.es.

Hoskin, miembro de la Universidad de Waterloo (Canadá), ha publicado ya más de una veintena de papers en relación a esto y vinculado a los estudios de género. Algo poco habitual en este ámbito donde, como apuntaba Hoskin, la feminidad se analiza solo desde el prisma de la opresión. A raíz del estreno del documental de Pamela Anderson en Netflix, reproducimos íntegramente —traducida del inglés al castellano— la entrevista que le realizamos para un artículo sobre la femmefobia que sufrió la actriz y modelo. 

PREGUNTA. Se acaba de estrenar Pamela Anderson: Una historia de amor, que, entre muchas otras cosas, narra el robo de la cinta de vídeo en la que aparecían Pamela y su entonces marido Tommy Lee practicando sexo. Hubo un juicio público sobre ella y se instauró la idea de que no tenía derecho a pedir que no se difundieran esas imágenes porque había posado desnuda para Playboy. ¿Cree que fue una forma colectiva de aleccionamiento? ¿Una forma de lanzar un mensaje sobre qué es la buena feminidad, cómo ser una mujer decente?

RESPUESTA. Creo que Pamela sirvió como un cuento con moraleja para las mujeres jóvenes, para mantenerlas “a raya”. Hay un libro excelente de Jude Ellison Sady Doyle que habla del arquetipo de la “mujer descarrilada”. Este arquetipo es exactamente lo contrario de la “feminidad aceptable” o la “feminidad buena”: es atrevida, sexual, a menudo hiperfemenina, rompe las “reglas”, no es modesta, tiene objetivos (aunque sus objetivos puedan ser cuestionables para la sociedad), a veces ansía poder o atención y no ejerce el tipo de “moderación” que la sociedad exige a las mujeres. Por eso se la considera un “desastre”. Aunque la cultura pop esté obsesionada con estos “trenes que descarrilan”, la sociedad las castiga por no acatar las reglas de la feminidad. 

Las “mujeres descarriladas” suponen un riesgo para la estructura patriarcal porque muestran que hay muchas formas de ser femenina o de ser mujer. Ofrecen alternativas e inspiran para romper las reglas y vivir según las propias normas, sean cuales sean. La sociedad castiga a “la descarrilada” para que sea un cuento con moraleja de lo que les pasa a las mujeres que se atreven a romper las reglas.

También es interesante ver cómo las mujeres que rompen las reglas y que son “cuentos con moraleja” a menudo son consideradas iconos queer: aunque la sociedad intenta que vuelvan a la normalidad, ellas siguen comportándose de forma disruptiva.

P. ¿Cómo es la buena feminidad? ¿Por qué Pamela Anderson fue un sujeto problemático para la norma?

R. Pensemos en las reglas de la “feminidad adecuada”. La sociedad dice que debe ser modesta, abnegada, virtuosa, realizada para los hombres, natural, sumisa, pura, que se vuelve invisible en la vejez y que no es creíble, importante ni inteligente. Una regla clara de la feminidad que Pamela rompió fue la fachada de la feminidad natural. Y es que se espera que las mujeres sean femeninas de maneras inalcanzables, pero deben conseguirlo de formas que parezcan naturales. Ella menciona en el documental que no ocultaba que se había puesto implantes mamarios. Esto rompió el mito de la feminidad natural y de la belleza femenina de una manera que causó bastante obsesión e indignación social.

La historia de Pamela Anderson es la historia de quienes intentan reducirla a un objeto sobre el que tienen un control ilimitado, y su lucha por recuperar el poder. Lo vemos al principio del documental y lo vemos al final. A medida que las mujeres envejecen, se espera de ellas que se vuelvan invisibles, que dejen de participar de la feminidad en la misma medida en que lo haría una mujer más joven (por ejemplo, con la idea del maquillaje “apropiado para su edad”, con la longitud de la falda…). Al final del documental vemos cómo Pamela sigue rompiendo las reglas de la feminidad al negarse a hacerse invisible. En lugar de pasar a un segundo plano y renunciar a sus tacones de aguja y corsés, se convierte literalmente en el centro de atención y acepta el papel de Roxie Hart en el musical Chicago, en Broadway. Una vez más, utiliza su feminidad para recuperar el control: sí, actúa “para otros”, pero es una actuación que ella misma crea y representa.

P. Una de las formas en que Pamela Anderson perdió el control de su propio relato fue tras el robo de la cinta de vídeo. De alguna manera se justificó la difusión de estas imágenes, sin su consentimiento, porque había llegado demasiado lejos al mostrar su cuerpo desnudo. Esta idea del cuerpo público juega en contra de muchas víctimas de violencia sexual, ¿no?

R. Sí, y la interacción entre femmefobia y misoginia contribuye a desacreditar a personas femeninas (pueden ser mujeres, pero también hombres o personas no binarias), ya que la feminidad no se toma en serio, se trivializa, se considera poco creíble, falsa, indigna de confianza, con segundas intenciones, antifeminista y poco inteligente. El uso de la feminidad como arma contra las supervivientes es muy común en los juicios por agresiones sexuales. Forma parte de la cultura de la violación porque está enraizada en la creencia de que esa persona “pide” ser agredida [slut shaming] por la forma en que expresa su feminidad y su sexualidad (por ejemplo, por el largo de la falda o por la cantidad de maquillaje). Debido a la forma en que Pamela performaba lo femenino [expresaba su feminidad], se consideró que no tenía derecho a la intimidad.

P. La expresión de feminidad va asociada a la idea de que el deseo masculino es el único objetivo.

R. Sí, lo que subyace aquí es la suposición de que la feminidad es algo que las mujeres hacen “para los hombres”. Las feministas pueden pensar que a las mujeres les han lavado el cerebro para que sean femeninas, y el patriarcado cree que la feminidad es algo natural que las mujeres deben realizar. En última instancia, ambas partes están de acuerdo en la función de la feminidad en sí misma: llamar la atención de los hombres u obtener su placer sexual. Suponer que la feminidad se hace solo con el único propósito de llamar la atención sexual de los hombres es cultura de la violación.

P. Precisamente, cuando la expresión de género coincide con la asunción de la feminidad natural se suele asegurar que esa mujer no sufre discriminación por tener un passing normativo [apariencia que se ajusta a la norma], algo de lo que también se acusa a las mujeres bisexuales incluso dentro de la comunidad LGTBIQ+. ¿Es así?

R. Suelo cuestionar esa lógica del passing heteronormativo porque eso lleva implícito que se asume su heterosexualidad, lo que se conoce como heterosexismo. Por tanto, estas mujeres se enfrentan al heterosexismo. No parece un privilegio que la gente asuma que eres algo que no eres, o que tu propia comunidad no te reconozca por lo que eres. Más que un privilegio, es una sensación de aislamiento e invalidación.

Mi investigación nunca ha revelado que las mujeres estén menos “armarizadas” [estar dentro del armario] que sus compañeros andróginos o masculinos, pero sí revela que las mujeres desean que se las vea por lo que son. También afirman tener que salir del armario repetidamente debido al heterosexismo al que se enfrentan, lo que puede resultar agotador. Por lo tanto, la idea de que las mujeres son privilegiadas por su passing es demasiado simplista y pasa por alto la opresión que sufren dentro y fuera de la comunidad LGTBIQ+. 

P. Sobre la devaluación de la feminidad encontramos el término femmefobia. ¿Qué es y por qué en sus investigaciones la considera una categoría de análisis diferente a la misoginia?

R. La femmefobia se refiere a la forma en la que la sociedad devalúa y regula la feminidad, es decir, cómo vemos las cosas femeninas como menos valiosas pero a la vez se espera que la feminidad se atenga a unas normas extremadamente estrictas. Si te desvías de esas normas, te enfrentas al ridículo y a la violencia (como fue el caso de Pamela Anderson). La femmefobia y la misoginia son conceptos relacionados, pero diferentes; la misoginia se dirige a las mujeres, mientras que la femmefobia se dirige a la feminidad. Para algunos, feminidad y mujer son lo mismo, pero para otros son muy diferentes. Las mujeres, los hombres y las personas no binarias pueden variar en lo masculinos o femeninos que son, así como en el tipo de feminidad o masculinidad que expresan.

Pamela, por ejemplo, tenía una hiperfeminidad o un tipo de feminidad de “chica mala” que desafiaba algunos ideales. Desafiaba la idea de que la feminidad te reduce a un objeto para el consumo de los hombres. De este modo, la femmefobia puede ayudar a la misoginia a alcanzar su objetivo de mantener a las mujeres a raya, en su papel o como objeto para los hombres. Estoy segura de que mucha gente pensará: “Pero ella se convirtió en un objeto para los hombres en Playboy”. Sí, decidió posar para Playboy, pero también se opuso a las exigencias de la sociedad de que siguiera siendo un objeto para los hombres en ciertos momentos. También mostró su propio deseo sexual y su sexualidad. No solo era deseada por los hombres, también tenía sus propios deseos sexuales. Y, por supuesto, la decisión de posar en Playboy fue suya. Cuando se negó a ser pasiva y a aceptar su papel de objeto para los demás es cuando sintió el peso de las repercusiones de la sociedad.

La misoginia y la femmefobia pueden confluir de maneras muy interesantes. Una de ellas es reducir a las mujeres y a las personas femeninas a caricaturas de un solo rasgo. Muchas caricaturas misóginas —la de la bimbo o la rubia tonta— tratan de reducir a las mujeres a una caricatura de un solo rasgo. Este proceso les quita su complejidad humana y su capacidad de crecer más allá de la “singularidad” que se les ha asignado, o de mostrar alguna profundidad más allá de ella. Cuando despojamos a alguien de la complejidad que nos hace humanos, la convertimos en un objeto. Y cuando convertimos a las personas en objetos, las deshumanizamos, algo que alimenta la violencia y la explotación. Así es como funcionan muchos tropos misóginos: reduciendo a las mujeres a un único rasgo y castigándolas por ello, pero también castigándolas cuando intentan salirse de ese rasgo singular.

Necesitamos una categoría de análisis separada (es decir, femmefobia y misoginia) porque sin el término femmefobia no tenemos el lenguaje necesario para describir parte de la opresión que se produce como resultado de ser femenina, de ser percibida como femenina o de no cumplir las reglas de la feminidad. Sin este lenguaje y sin la capacidad de dar sentido y nombre a nuestras experiencias no podemos desafiar esas fuentes de opresión.

Fuentes

Rhea Ashley Hoskin, socióloga e investigadora en la Universidad de Waterloo (Canadá), especializada en estudios de género

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